martes, 11 de mayo de 2010

el ODIO y la ESPERANZA



La Esperanza y el Odio


Esperanza es una mujer joven, de ojos verdes y cabellera rubia frondosa y larga. Tiene piernas cortas y contorneada, es femenina por definición, bella y encantadora, aunque en las noches de luna llena se vuelve un poco melancólica y siente que se pierde…
Vive en las Palmas de Gran Canaria, ama la playa, el sol y el verano. Camina descalza todo el día y gusta de leer poemas de García Lorca.
Proyecta serenidad y se esconde frente al dolor, nunca lo supo manejar muy bien.
Sueña todo el día, siempre siente y cree que mañana será un día mejor, abunda en ella la esencia fundamental de su nombre.

Esa mañana partió como siempre a la playa a su baño de mar y sol, a llenarse de ella misma en ese escenario maravilloso. Eran los comienzos del siglo XX, y para muchos ella pronto debía casarse, aunque mantenía la FE en que el hombre con el que se casaría llegaría en un lugar inesperado, no sería un encuentro forzado, sino algo mágico y entregado a las claves que sólo la vida misma, o DIOS son capaces de descifrar.

Paseaba sonriente, feliz y llena de energía, recogía piedrecitas de la orilla, mantenía una cuidadosa colección de piedras de colores, como si con ello recopilara las esperanzas de todos los que siempre la llamaban, cada día y a los que ella no siempre podía ir a visitar, miraba sus piedrecitas, las limpiaba, las mantenía bellas y brillantes por cada uno de nosotros.

Esa mañana caminaba cerca de la playa EL Odio.

Como resulta lógico, El ODIO odiaba a la esperanza, sentía que no tenía cabida en la vida de la gente, que todo era demasiado horrible y fatal como para mantener a la Esperanza viva.
El se alojaba en los corazones de las personas, diciéndoles a cada momento que no debían tener Esperanza, y que la destrucción era la única salida posible.

El Odio se había propuesto asesinar sin misericordia a la Esperanza.

La seguía de cerca la acechaba, la olía, y sentía náuseas de ese olor a mar, a eternidad, a inmensidad que la rodeaba, la despreciaba y a todo lo que ella representaba. Había preparado su arma más letal para cumplir con su misión, nada lo podía detener, nada….excepto la Esperanza.







Ella lo miró y se acercó. El Sintió estremecer lentamente su alma, se sintió encogido, pequeño y hasta miserable, la Luz de ella lo quería rodear, pero no podía, no la dejaba.
La Esperanza le preguntó suavemente “¿por qué?”, él enmudeció.

Por qué, qué. Preguntó de vuelta.

Ella no dijo nada, y él pudo recordar mirando sus ojos verdes, en un trance complejo de describir, maravilloso y doloroso en el sentir.

El Odio, nació en una familia numerosa. 10 hermanos, él el menor, todos hombres hijos de una madre castigadora y brutal y de un padre ausente e irresponsable. El odio supo que no era querido, y aprendió a vivir con ello, se refugió en su propio odio, en su rabia eterna, en los castigos inhumanos y en el abandono permanente.
No comía bien, no dormía bien, y sólo alojaba pesadillas en sus noches de frío e intemperie.
Leía El Capital, y sentía adoración por Marx, adoración que abandonó al leer “Mi Lucha”.
Nada le hacía pensar en La Esperanza, nada, en su mundo ella no existía, lo había abandonado desde ese nacimiento horrible en la cama de su madre, cuando ella al ver su décimo hijo, sólo grito “sáquenlo de aquí”, y desde entonces fueron otros los que le dieron mínimos cuidados para que no muriera.

El Odio es militante del Odio. El Odio se alimenta de Odio, vive su propio Odio y no comprende que exista otra forma de vivir. Estuvo desde pequeño en una Iglesia cercana y conoció las barbaridades que los curas les hacían a los Monaguillos, los Odio sin piedad, a tal punto que un día le cortó los brazos al Cristo y lo excomulgaron.
Trabajó en una repartición pública, y vivió de cerca las quejas de todos hacia
“el sistema”. Odió al sistema, a todos los sistemas, sin Esperanza que pudieran mejorar.
Esa mañana que El Odio se encontró con la Esperanza, y luego de ver pasar toda su vida, como pasa cuando La Muerte se acerca, él le pidió que llamara a la muerte, a esa bella mujer colorida de pechos grandes, quería irse, pero La Esperanza no conocía a la Muerte, no sabía dónde encontrarla.
La Esperanza sintió que no lo podía ayudar. Lo abrazó, él no se dejó, en un segundo se tocaron las manos, el Odio sintió un cosquilleo, un nudo en la garganta y todo el universo a sus pies. Se dio cuenta que a la Esperanza no se le puede matar, y que nunca lo fue a visitar porque ella no aparece donde aloja el Odio….ella le explicó que se pasea cerca del Odio, pero el Odio es ciego y no ve, no se ve ni él mismo…en ese momento de cópula celestial, el Odio vio…sintió….y comprendió todo lo que en toda su existencia no había comprendido.
El Odio se fue. La dejó sola en la Playa. Partió con una extraña sensación de Paz, y así fue…el Odio fue a visitar a la Paz, que vivía a dos cuadras de la Esperaza.

Leonor
Para mis Amigos que saben que no se puede alojar en el corazón el Odio sino la Esperanza